





Esencia que retrata a un hombre atrapado en el tiempo, inmutable y distante. Nada lo toca: ni el deseo, ni el exceso, ni siquiera el vértigo del placer. Su hastío es un veneno sutil que se alimenta de noches infinitas, rutinas vacías y pensamientos que se disuelven en la nada. Bajo el porte impecable de un dandi se esconde una existencia errante, desprovista de propósito, sumida en un lujo mecánico y sin alma.
Este perfume captura la huella de esa decadencia: oscura, elegante, y sin retorno. Desde las primeras notas, el whisky irrumpe con su sequedad cruda, marcando el tono. El corazón revela un amargor denso y envolvente, donde el café negro, el caramelo tostado y el chocolate amargo se funden en una intensidad inquietante. En el fondo, la vainilla se vuelve densa y narcótica, mientras la madera de guayaco desprende un humo profundo. El conjunto se disuelve lentamente en un abandono hipnótico, lúcido y fatal.
Sus creaciones representan un DESORDEN que tiene SENTIDO, un DESORDEN que cautiva nuestros SENTIDOS más allá de la realidad.
En sus creaciones, el equilibrio no es estático, sino dinámico, evolucionando a través de diferentes etapas: cada fragancia comienza en equilibrio, atraviesa el caos y se estabiliza en una nueva forma de armonía. Este recorrido refleja los procesos naturales de la vida, donde el desorden y el desequilibrio no son anomalías, sino condiciones esenciales para el crecimiento y la evolución.
LA ENTROPÍA COMO FILOSOFÍA
La marca es un homenaje al misterio de la vida, a su evolución, a la belleza de sus transformaciones, su desorden y sus creaciones. Es un concepto potente, una filosofía profunda sobre la vida, sobre la evolución humana y sobre la visión holográfica del autor.
Este enfoque, oscilando constantemente entre el orden y el desorden, es a la vez provocador y fascinante. Invita a una danza constante de deconstrucción y reconstrucción, dejando a quienes se sumergen en sus múltiples capas completamente hechizados y cautivados por su complejidad y su encanto.
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